Título original: A beautiful mind
Año: 2001
País: EE.UU
Duración: 129 min.
Fecha de estreno en España: 22 de febrero de 2002
Director: Ron Howard
Guión: Akiva Goldsman, según el libro homónimo de Sylvia Nasar
Música: James Horner
Montaje: Mike Hill y Dan Hanley
Fotografía: Roger Deakins
Productores: Ron Howard y Brian Grazer
Compañía: Universal Pictures/Dreamworks/Imagine Entertainment
Intérpretes: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Ed Harris, Paul Bettany, Adam Goldberg, Christopher Plummer, Josh Lucas et al.
Ganadora de 4 Oscar: película, director, guión adaptado, actriz
La película narra la
vida de John Nash, un matemático de Virginia que logró el premio Nobel de
Economía en 1994 por sus aportes a la teoría de juegos, la cual desarrolló durante
su estancia en la universidad.
2001 fue muy
especial para la sociedad mundial, pero especialmente también para la estadounidense.
Los trágicos atentados del 11-S afectaron profundamente al país norteamericano,
provocando una gran conmoción social. Esta convulsión tuvo su reflejo en la
gala de los Oscars de ese año, que se celebró en 2002: la Academia, al tanto de
las críticas vertidas por la prensa mundial acusando de racista a la sociedad
americana, decidió callar bocas premiando a actores afroamericanos en los
apartados más importantes. Así, tanto Halle Berry como Denzel Washington
lograron los Oscar como actriz y actor principal respectivamente; y Sidney
Poitier, el Oscar honorífico. Ahí es nada.
Nada de esto sería
noticia si no fuese porque tanto la actuación de Washington como la de Berry son
bastante flojitas en comparación con las de otros compañeros nominados en la
misma categoría. Por lo que respecta a la segunda, no tiene sentido que Nicole
Kidman se fuese de vacío, pues ella es lo único que hace de "Moulin
Rouge" una película soportable. Y tampoco veo nada de especial en el
trabajo de Washington, ya que Russell Crowe le da una lección de interpretación poniéndose en la piel de John Nash. Pero
claro, habiendo cometido el error (¿?) de premiar dos veces seguidas a Tom
Hanks (en 1993 y en 1994), y tras haber ganado el neozelandés el Oscar al mejor
actor el año anterior, estaba claro que, aunque lo mereciera, no se lo iban a dar.
Y es que sobre premios inmerecidos va esta entrada, pues otra de las tantas
patochadas a las que nos tiene acostumbrados Ron Howard, titulada “Una mente
maravillosa”, se alzó con los premios más importantes. No obstante, hay que
reconocer que el nivel del resto de nominadas era bastante bajo: ni la lenta y
aburrida "Gosford Park" ni la incinerable pero a ratos divertida
"Moulin Rouge" habrían sido dignas ganadoras. Tan sólo "La
comunidad del Anillo" merecía el Oscar, pero teniendo en cuenta que los
Académicos tenían pensado premiar a la trilogía en su conjunto, sus
probabilidades de ganar eran nulas.
Lo que me lleva a
afirmar que “Una mente maravillosa” no merece ser la ganadora del Oscar a la
mejor película es que, aunque no es una mala cinta, tiene más aroma de
telefilme de sábado por la tarde que de largometraje serio. Con una
realización, un montaje y una fotografía más que decentes, destacan en ella
sobre todo la música de James Horner, la gran interpretación de Russell Crowe y
la impresionante belleza de Jennifer Conelly. El guion es muy del gusto de
Hollywood, desarrollando una de esas historias del “sueño americano” en la
que un hombre corriente –incluso hasta marginado- logra un éxito gigantesco
únicamente con su trabajo y su esfuerzo.
La primera parte de “Una
mente maravillosa” es bastante interesante: tenemos a John en sus inicios en la
universidad, conociendo a su chica, trabajando para el Pentágono durante la
Guerra Fría... hasta que llega la segunda parte y todo cambia. Es justo en
este momento cuando se nos desvela un hecho que hace que todo lo que John ha vivido (y nosotros con él) se ponga en duda. Este giro argumental es lo único
destacable del film, pues provoca que los espectadores le demos una nueva
interpretación no solo a lo que vendrá después sino a lo que se nos ha contado
hasta ese momento. Sin embargo, también es un arma de doble filo, ya que el
efecto sorpresa del que somos víctimas cuando vemos la película por primera vez
no sobrevive a visionados posteriores, perdiendo de esta forma “Una mente
maravillosa” su principal aliciente y convirtiéndose en una cinta del montón.
En resumen: “Una
mente maravillosa” no es en absoluto una película oscarizable: la dirección no
pasa de decente; la historia pierde su efectividad tras el primer visionado; y ni
Jenniffer Connelly, ni Paul Bettany, ni un elegante Christopher Plummer están
inspirados -quizás solo Ed Harris se salve de la quema, pero su papel es tan breve que apenas podemos valorarlo-. Sus únicos aspectos destacables son la partitura de James Horner y la actuación de su
protagonista, Russell Crowe –para mí, la mejor de su
carrera-, la cual, para más inri, no fue reconocida adecuadamente por la Academia. Lamentable.
by Chuparrocas
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