Título original: Chicago
Año: 2002
País: EE.UU.
Duración: 108 min.
Fecha de estreno en España:7 de marzo de 2003
Director: Rob Marshall
Guión: Bill Condon, según el musical homónimo de Bob Fosse y Fred Ebb
Música: John Kander y Danny Elfman
Montaje: Martin Walsh
Fotografía: Dion Beebe
Productor: Martin Richards
Compañía: Miramax
Intérpretes: Renée Zellweger, Catherine Zeta-Jones, Richard Gere, Queen Latifah, John C. Reilly, Christine Baranski, Taye Diggs et al.
Ganadora de 6 Oscar: película, actriz secundaria, dirección artística, montaje, vestuario, sonido
Chicago. Años 20. Roxie
Hart es una muchacha cuyo principal sueño es convertirse en una estrella de cabaret, como su ídolo Velma Kelly. Por esta razón, decide engañar a su marido
con Fred Casely, un hombre que dice que tiene contactos que podrían llevarla al
estrellato. Sin embargo, cuando Roxie descubre que todo esto no es más que una
artimaña de Fred para llevársela a la cama, no se lo toma demasiado bien y
decide asesinarle, por lo que es encarcelada y amenazada con ser condenada a muerte. Para salir del problema se ve obligada a recurrir a Billy Flynn, un famoso
abogado experto en crímenes pasionales que nunca ha perdido un juicio.
Tras el estreno en 2001 de la inefable "Moulin Rouge"
parecía que el musical se había puesto nuevamente de moda. Si bien la película
de Luhrmann no alcanza la calidad suficiente (si es que tiene alguna) como para
relanzar con seguridad el género, sí es cierto que su enorme éxito demostró que
este no estaba tan acabado como muchos pensaban. Esto mismo creyó Rob Marshall,
un joven director que debutó en la gran pantalla con una deslumbrante y
divertidísima sátira sobre el espectáculo que originaba el crimen durante los
felices años 20: "Chicago”.
Es cierto que aquel año hubo entre las nominadas cintas de muy
alta calidad, como la desoladora "El pianista", la genial "Gangs
of New York", o la segunda parte de la trilogía del Anillo. Pero ¿qué fue
lo que hizo que terminase triunfando un musical 34 años después de
"Oliver!"? Aparte de otros factores que se me escapan, fue su enorme
éxito de taquilla y (¿por qué no?) su gran calidad los
que hicieron a "Chicago" merecedora del Oscar a la mejor película. Y es que, aunque esta
crítica pueda parecer parcial debido a mi amor por los musicales, ciertamente
"Chicago" es una auténtica delicia.
El filme no tiene la estructura de obras como "Sonrisas y
lágrimas", "Cantando bajo la lluvia" o "West Side
Story", donde los números musicales tienen como marco el propio decorado
de la película. Antes al contrario, “Chicago” sigue la estela de cintas como
"Cabaret", con las canciones representadas sobre un escenario,
delante de un público, lo que contribuye a darle al filme grandes dosis de
realismo. Pero Marshall no se queda ahí y opta por hacer algo que nunca se le
había ocurrido antes a nadie: como si de una voz en off se tratase, los números
musicales de "Chicago" son utilizados para expresar los anhelos y
pensamientos de los personajes, de tal forma que, si en otras películas del
género podíamos prescindir perfectamente de las canciones -muchas veces metidas
con calzador- aquí estas se revelan fundamentales para saber lo que pasa por la
cabeza de cada personaje en cada momento.
Un sentido narrativo que también se puede apreciar en las
coreografías y los decorados, ninguno de ellos dejados al azar. Así, en la
canción Roxie, en la que la
protagonista canta sobre sí misma, el escenario se llena de espejos que la
reflejan a ella, pues es ella lo que realmente importa en ese momento. O en el
genial tema We both reached for the gun
(que tenéis en el vídeo de arriba), donde vemos a los periodistas y la propia
Roxie como si fuesen títeres manejados por Billy Flynn, que es lo que realmente
ocurre.
Otro atractivo que tienen los musicales, aparte de las canciones
(que en el caso particular de "Chicago" son todas fabulosas, dicho
sea de paso), es ver cantar y bailar estupendamente bien a un grupo de
intérpretes de cuyas cualidades canoras dudábamos seriamente. En este caso, si
ya de por si nos puede resultar sorprendente ver danzar a la despampanante
Catherine Zeta-Jones (tengamos en cuenta que la ex-señora Douglas comenzó su
carrera como cantante y bailarina), contemplar atónitos lo bien que se
desenvuelve en el escenario el señor Richard Gere a sus casi sesenta años nos
puede hacer entrar en un estado de shock. Sus dos únicos números musicales son,
a mi juicio, los mejores temas de toda la película. Renée Zellweger, aun con
sus ya típicos mohínes faciales, está espléndida. Por lo que respecta a los
secundarios, Queen Latifa (no sé por qué) no me sorprende demasiado, y John C.
Reilly está más que solvente en su único, curioso y elegante número musical.
Las partes intermedias entre canción y canción -lo que se puede
considerar película en sí- no desentonan en absoluto con los números musicales,
quedando ensartadas de forma tan eficaz y certera que apenas llaman la
atención. Merecidísimo, por lo tanto, el Oscar al montaje.
De manera que, aunque pueda parecer un filme menor por tratarse de
una comedia musical, "Chicago" tiene muchísimos aciertos que sirven
para hacerla digna ganadora del Oscar a la mejor película del año 2002: unas
canciones pegadizas, una escenografía impecable, unos actores en estado de
gracia, un guion muy simpático y una fuerza y vitalidad impresionantes,
elementos todos ellos que contribuyeron, esta vez sí, a que el musical volviera
a nacer. No en vano, tras “Chicago” vinieron otros muchos filmes del género,
como "Los productores", "Sweeney Todd" o la deliciosa
"Mamma Mía", la única que se acerca a la sensación de disfrute de
"Chicago", aunque sin la elegancia visual de la peli de Marshall. Ni
siguiera el propio director, con su último trabajo, ha podido igualar la
frescura de su primer filme. Y es que "Chicago" se puede considerar
un verdadero milagro cinematográfico, pues logró llevarse el gato al agua en un
momento en el que tenía todo en contra para hacerlo. Que Dios bendiga Illinois.
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by Chuparrocas
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