Título original: Gladiator
Año: 2000
País: EE.UU.
Duración: 148 min.
Fecha de estreno en España: 17 de mayo del 2000
Director: Ridley Scott
Guión: David Franzoni, John Logan y William Nicholson
Música: Hans Zimmer y Lisa Gerrard
Montaje: Pietro Scalia
Fotografía: John Mathieson
Productores: Douglas Wick, David Franzoni y Branco Lustig
Compañía: Universal Pictures/Dreamworks
Intérpretes: Russell Crowe, Joaquin Phoenix, Connie Nielsen, Oliver Reed, Derek Jacobi, Djimon Hounsou, Richard Harris et al.
Ganadora de 5 Oscar: película, actor, vestuario, efectos visuales, sonido
Máximo
es un general del ejército romano durante el reinado del emperador
Marco Aurelio. Este, ya un anciamo, considera a Máximo el hijo que
nunca tuvo y decide nombrarle su heredero, con el propósito de que
Roma vuelva a ser una república. Este hecho no le agrada demasiado a
Cómodo, el hijo del emperador, que ve como se esfuman sus
probabilidades de gobernar. Por ello, tras asesinar a su padre,
ordena la muerte de Máximo y también la de su mujer y su hijo.
Afortunadamente, Máximo se salva de la ejecución, pero no llega a
tiempo para salvar a su familia. Malherido tras huir de los que iban
a ser sus ejecutores, es recogido por un traficante de esclavos y
vendido a Proteo, un viejo entrenador de gladiadores. Aprovechando
que Cómodo ha decretado unas jornadas de juegos en Roma en memoria
del difunto emperador, Proteo lleva a sus gladiadores a combatir en
el Coliseo, con lo que Máximo tiene una oportunidad para vengarse
del hombre que lo degradó.
Llegamos
a los primeros años del siglo XXI, una etapa bastante decadente en
el panorama del cine mundial: las salas se llenaron de remakes,
secuelas, precuelas, reinicios, adaptaciones de cómics y demás
memeces con las que las productoras pretendían sacar el máximo
beneficio económico a costa del menor esfuerzo creativo.
Afortunadamente, los Oscar no reflejaron este hecho con las películas
premiadas, habiendo tan sólo un remake entre las ganadoras. Otra de
las características del cine de estos últimos años es la
proliferación de películas épicas, a raíz, sobre todo, del
estreno de las trilogía de "El Señor de los Anillos".
Sin embargo, este gusto por el género épico ya se inició en el año
2000 con "Gladiator", una cinta que resultó ser un
auténtico fenómeno al volver a poner de moda un género olvidado
como es el péplum.
Normalmente,
se piensa que lo lógico es que el Oscar a la mejor película y al
mejor director coincidan. Sin embargo, en la ceremonia de 2001 no
ocurrió así, pues el mejor director del año para la Academia no
fue Ridley Scott (realizador de la película que nos ocupa) sino
Steven Soderbergh, por "Traffic". Y lo fue justamente, pues, aunque
"Gladiator" en su conjunto es una excelente película, sí
es cierto que su realización chirría en algunas fases del metraje. El primer
fallo que comete Scott es iniciar la película con una batalla. Puede
que la historia lo requiera, pero al comenzar de este modo el resto
de la cinta se ve afectada por una caída de intensidad clamorosa.
Así, después de una espectacular escena de lucha entre germanos y
romanos (bastante caótica, por cierto) toda la parte inmediatamente
posterior, relativa a la presentación de los personajes, se vuelve
bastante lenta.
Afortunadamente, el filme vuelve a salir a flote cuando Máximo es
comprado como esclavo, momento en que regresa la acción y con ella
el verdadero Ridley Scott: a partir de aquí "Gladiator" mete la
quinta marcha y va aumentando su intensidad hasta el glorioso final.
Pero antes de todo esto, el largometraje atraviesa un momento de
crisis. En toda la parte que va desde la batalla en Germania hasta la
venta de Máximo a Proteo, a Scott se le cruzan los cables y nos
brinda su peor cara: encuadres surrealistas, iluminaciones absurdas,
colores psicodélicos (la secuencia construida a partir de planos a
cámara rápida y contraplanos a cámara lenta es demencial)... Todo
en esta parte parece más un anuncio de colonia que una narración
cinematográfica seria. Quizá Ridley Scott se creía el mejor
director de cine del mundo y quería hacer una película
ultramoderna, o quizá no pudo apartarse de sus orígenes en la
publicidad. Sea como fuere, metió la pata estrepitosamente.
Pero
como he dicho, "Gladiator" es una grandísima película, y
a ello contribuyen factores como los efectos visuales o la banda
sonora (para quien esto escribe, el mejor trabajo de Hans Zimmer
hasta la fecha). Pero si hay algo por lo que el largometraje merece
la pena es por su protagonista, un Russell Crowe en estado de gracia
que da buena cuenta del caramelo que tiene ante él: el papel de
Máximo está hecho a su medida y, lógicamente, el actor neozelandés se luce en todos y cada uno de los planos en los que aparece,
logrando de esta manera sacar a flote una película que, sin su
presencia, habría sido muy distinta. Merecido, por lo tanto, su
Óscar a mejor actor principal y su repentino estrellato. Lo curioso
es que el de "Gladiator" no es, ni de lejos, el mejor papel de su
carrera: tanto en su anterior película -la estupenda "L.A.
Confidential"- como en la siguiente -la insulsa "Una mente
maravillosa"- resuelve con solvencia dos interpretaciones mucho
más complicadas que la del general hispano. El resto del reparto
raya a un nivel aceptable, en especial Connie Nielsen en el papel de
Lucilla -personaje que sirve para darle el necesario toque de ternura
a esta brutal historia de violencia y degradación- y Joaquín
Phoenix en el rol del césar Cómodo, antagonista perfecto para
Máximo.
En
resumen: "Gladiator" es un filme antológico. Pese a que su
realización es bastante deficiente durante su primera media hora,
pasado este tiempo su director se resarce y nos brinda un espectáculo
de un ritmo que va in crescendo, hasta terminar por detonar en
un desenlace impresionante, digno de las grandes superproducciones
clásicas. Pese a su bochornosa ambientación (¿papel y tinta
durante el Imperio Romano?), sus insuperables efectos especiales (la
recreación del Coliseo pone los pelos de punta), la actuación de su
protagonista y su formidable banda sonora hacen de "Gladiator"
una cinta que recupera toda la magnificencia de los péplums clásicos de
Hollywood. No en vano, tuvieron que pasar 41 años -desde el estreno
de "Ben Hur" en 1959- para que otro filme de romanos ganara
el Oscar a la mejor película. Eso sí, donde esté la cinta de Wyler
que se quiten las demás.
by Chuparrocas
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