Título original: Oliver!
Año: 1968
País: EE.UU.
Duración: 145 min.
Fecha de estreno en España: 19 de diciembre de 1969
Director: Carol Reed
Guión: Vernon Harris, según la novela "Oliver Twist" de Charles Dickens
Música: Lionel Bart
Montaje: Ralph Kemplen
Fotografía: Oswald Morris
Productor/es: John Woolf
Compañía: Columbia Pictures
Intérpretes: Ron Moody, Shani Wallis, Mark Lester, Oliver Reed, Harry Secombe, Hugh Griffith, Jack Wild, Clive Moss et al.
Ganadora de 5 Oscar: película, director, dirección artísica, música, sonido
Oliver
Twist es un niño que malvive en un orfanato de Londres. Debido a su
mal comportamiento, es expulsado de allí y vendido a un sepulturero,
quien le someterá a malos tratos constantes. Por ello, el pequeño
Oliver decide huir hacia la gran ciudad con la intención de hacer
fortuna y vivir una vida mejor. Allí conocerá a Dodger, un pequeño
ratero, y a Fagin, un vulgar ladrón que utiliza a niños para
cometer pequeños robos. Fascinado por la vida bohemia que llevan,
Oliver decide quedarse con ellos pues, pese a ser una banda de
pícaros, son las personas que mejor le han tratado.
Supongo
que ya sabréis que soy un enamorado de los musicales. Sin embargo,
esta pasión no es algo que naciese conmigo, sino que, al igual que
me ocurrió con el amor por el cine, fue una película en concreto la que provocó que dicho sentimiento floreciese en mi interior. Tal cinta fue
"Oliver!", un musical que debería estar en el podio de los
grandes filmes del género pero que, sin embargo, y pese a su
impresionante calidad, no goza de demasiada fama. Y es que, mientras
que "West Side Story" es el musical más original jamás rodado, y "Sonrisas y lágrimas" el más conocido,
"Oliver!" es, sin ninguna duda, el más espectacular y
divertido.
No
os tiréis de los pelos todavía. Puedo admitir que "Cantando
bajo la lluvia" sea el musical más divertido de todos los
tiempos. Pero es que "Oliver!", además de divertido, es
espectacular. Y esa espectacularidad se debe en gran medida a la
puesta en escena. "Oliver!" goza de unos decorados hiperrealistas,
muy alejados del cartón-piedra de "My Fair Lady" o "Mary
Poppins". Gran parte de ese realismo se debe a la descomunal
fotografía de Oswald Morris, quien, iluminando u oscureciendo
ciertas partes del decorado, otorga a las imágenes una sensación de
profundidad muy lograda. No puedo quitarme de la cabeza la hermosura
del plano final en el que los dos mejores personajes de la película,
de los cuales hablaré luego, se van alejando hacia el amanecer.
Otro
plato fuerte de esta versión que hizo Carol Reed del clásico de
Charles Dickens son los personajes, en especial dos. Uno de ellos ya
lo habéis descubierto al ver el vídeo (suponiendo que lo hayáis
visto, claro): el sinvergüenza pero al mismo tiempo carismático
Dodger. Este chaval -no sé si por su cara de pillo, su simpatía o
su chistera- conquista el corazón del espectador de una forma
increíble desde que aparece en escena. No en vano, Jack Wild (el
actor que lo encarna) estuvo nominado como mejor intérprete
secundario.
El otro personaje que se gana el afecto del espectador
desde el segundo uno es el de Fagin, un rufián y egoísta ladrón que,
sin embargo, trata a Oliver mejor que nadie en el mundo. El actor Ron
Moody -nominado muy merecidamente al Oscar al mejor actor principal- te roba el alma con sólo verle bailar unas danzas eléctricas y
cantar unas canciones imposibles. Estos dos seres (Fagin y Dodger) protagonizan, además, el que sin duda es uno de los más bellos
colofones de la historia del cine: la anteriormente mencionada escena
de los dos alejándose al amanecer. El resto de personajes (la
atractiva y desgraciada Nancy, el terrorífico Bill Sikes, e incluso
el odioso señor Bumble), aunque también irradian seducción por
los cuatro costados, no les llega a la suela de los zapatos carcomidos
a este simpático dúo de pícaros. Quizás el menos atractivo de
todos sea el del propio protagonista, Oliver, que desprende un
tufillo a niño repelente bastante desagradable.
En
resumen: esta «Oliver!» de Carol Reed es el máximo exponente del
musical made in Hollywood. Sin embargo, su cercanía con la
década de los 70, época en la que el Séptimo Arte entra en un
periodo de reinvención temática, hace que, al mismo tiempo, sea el
canto del cisne de un género que está en el mismo ADN del cine americano. De hecho, hubo que esperar la friolera de 34 años para
que un musical volviese a alzarse con el premio a la mejor película:
"Chicago", en el año 2002. Sin embargo, la película de
Rob Marshall, de un tono más sobrio que el de la de Reed, no alcanza
ni la espectacularidad ni la grandeza del mejor largometraje de 1968.
Y si no... ¿por qué creéis que en el título le han puesto un
signo de admiración al nombre de Oliver? Pues porque es un musical
admirable.
by Chuparrocas
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