Título original: The Godfather
Año: 1972
País: EE.UU.
Duración: 168 min.
Director: Francis Ford Coppola
Guión: Francis Ford Coppola y Mario Puzo, según la novela homónima de este último
Música: Nino Rota
Montaje: William Reynolds y Peter Zinner
Fotografía: Gordon Willis
Productor: Albert S. Ruddy
Compañía: Paramount Pictures
Intérpretes: Marlon Brando, Al Pacino, James Caan, Robert Duvall, Diane Keaton, John Cazale, Talia Shire et al.
Ganadora de 3 Oscar: película, guión adaptado, actor
La
cinta narra la vida de los Corleone, la familia mafiosa más
poderosa de la Nueva York de los años 40, y la guerra de
bandas en la que se ve inmersa cuando el patriarca, Vito, se niega a
prestar su apoyo a uno de los capos de la ciudad.
Poco
hay que decir de "El padrino" que no se haya dicho ya: la mejor
película de cine negro jamás realizada, la mejor película de
mafiosos de la historia, la mejor película de todos los tiempos... A
pesar de que el mundo del cine es muy aficionado a este tipo de
afirmaciones categóricas, he de reconocer que "El padrino"
merece todas estas calificaciones, y muchas más: sin duda es la
mejor película que jamás se haya realizado, pues, tras una factura
visual impecable, esconde una simbología sumamente interesante que
hace que el calificativo de "obra maestra" se le quede corto.
Sobre "El padrino" se han escrito infinidad de libros refiriéndose a temas como su fotografía, una hermosa e inteligente mezcla de luz y
oscuridad; su sólido montaje, por el que una secuencia de media hora
larga -como la inicial de la boda- parece que sólo dura la mitad;
sus insuperables interpretaciones, tanto de Marlon Brando como del
resto del reparto... de manera que no creo que lo que yo diga aquí
vaya a aportar nada nuevo a lo que ya se ha comentado.
Sin embargo,
tal y como he afirmado más arriba, "El padrino",
más allá de lo meramente técnico, encierra múltiples claves
narrativas -gestos o frases nimias, imágenes que parecen arbitrarias- sobre las que sí que me gustaría
incidir. Y es que la genialidad de Coppola en esta película no está
sólo en que fue capaz de liderar y llevar a buen puerto un proyecto
mastodóntico, sino que, a través de cosas tan imperceptibles como
el uso del color, la transición entre escenas o el empleo de una
determinada frase en un determinado momento, logró mostrar
perfectamente la psicología, la forma de ser y las relaciones de
unos personajes sumamente complejos.
Un
ejemplo de esto lo encontramos al inicio de la cinta, cuando Vito,
durante el matrimonio de su hija, está hablando con su ahijado
Johnny en su despacho, y Santino, su primogénito y uno de sus
principales lugartenientes, llega tarde a la reunión porque está
realizando actos impuros con su amante. Cuando el joven entra en el
despacho, su padre lo mira y, tras esto, le realiza a Johnny la
famosa pregunta: "¿Vives con tu familia?". Es decir: Vito
sabe perfectamente lo que estaba haciendo su hijo -que no era otra
cosa que actuar a espaldas de la familia- y ese gesto del don tan
aparentemente anodino -primero, una mirada; y luego, una pregunta que
puede parecer que no viene a cuento- es una pista que le muestra al
espectador lo que el padrino piensa de su hijo.
Otro
ejemplo lo encontramos en la entrada de Michael en escena: aparece en
la boda de su hermana vestido de militar. Este gesto, que en un
principio nos puede parecer irrelevante, nos dice mucho acerca de
cómo es en realidad el personaje interpretado por Al Pacino: va por
libre; no se encuentra a gusto en la familia, como si ese no fuese su
territorio (cuando todos se reúnen para hacerse la foto, él no está), le gusta ostentar sus galones; es autoritario... Y lo mismo ocurre con
la escena de la conversación entre Kay y Tom Haggen, en la que el
negro de los trajes de los hombres de Corleone contrasta con el
naranja del vestido de ella: Kay es una persona alegre y vivaz, lejos
de las tinieblas en las que está inmersa su familia política. Una
división que se corrobora en el último plano de la cinta, cuando
vemos a Kay mirando a su marido y, acto seguido, una puerta
cerrándose bruscamente ante ella.
También
el montaje contribuye a perfilar los rasgos de los distintos
personajes que pueblan "El padrino": los saltos que se producen en
la historia no son algo baladí, sino que están introducidos en el
momento exacto. Por ejemplo, inmediatamente después de que a Vito le
comuniquen el exilio de Michael a Italia, aparecen en escena los
parajes de Corleone, como si fuese un recuerdo de infancia del propio
padrino. Y lo mismo ocurre durante su visita al forense Buonasera:
tras decir aquello de "Mira lo que han hecho con mi hijo",
se pasa a las escenas de Sicilia, como si Vito, tras el destino de
uno de sus vástagos, se acordase de su querido Michael. En suma:
mientras que otros cineastas, en infinidad de películas, necesitan
varias escenas o palabrería interminable para avisar al espectador
de lo que va a ocurrir a continuación o para informarle sobre la
personalidad de un determinado personaje, Coppola, en "El padrino",
hace justo lo contrario: emplea muy poco para contar mucho.
En
suma: "El padrino" no es una grandísima película solo por
su factura técnica, sino que va más allá: si se observa con
atención se descubre que todo en ella (absolutamente todo, desde el
detalle más insignificante hasta el más grande) tiene una razón de
ser, configurándose así un milagroso puzzle cinematográfico en el
que todo encaja. Seguro que me he dejado cosas en el tintero que
posiblemente descubra la próxima vez que vuelva a verla. Porque con
"El padrino" ocurre lo que con las grandes obras de arte:
cada vez que acudes a ellas descubres algo distinto. Por algo es la
mejor película de la historia.
by Chuparrocas
QUIZÁS TAMBIÉN TE INTERESE: 1971: DESDE FRANCIA, CON AMOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario