miércoles, 2 de abril de 2014

1935: ANDA Y ANDA EL BARCO BARCO SIN DESCANSAR

LA TRAGEDIA DE LA BOUNTY (AKA REBELIÓN A BORDO)

Título original: Mutiny on the Bounty
Año: 1935
País: EE.UU.
Duración: 130 min.
Director: Frank Lloyd
Guión: Talbot Jennings, Jules Furthman y Carey Wilson, según los relatos de Charles Nordhoof y James Norman Hall
Música: Herbert Stothart
Montaje: Margaret Booth
Fotografía: Arthur Edeson
Productor/es: Frank Lloyd
Compañía: MGM
Intérpretes: Clark Gable, Charles Laughton, Franchot Tone, Herbert Mundin, Eddie Quillan, Dudley Digges, Donald Crisp et al.

Ganadora de 1 Oscar: mejor película


Inglaterra, 1789. El H.M.S Bounty parte del puerto de Bristol hacia Tahití para hacerse con varios ejemplares del árbol del pan, planta cuyo fruto suponía un alimento fácil y económico para los esclavos de las Antillas. Es un viaje de dos largos años y los pasajeros, en su mayoría ex-reclusos y gente de baja estofa, esperan aprender el arte de la navegación. Pero no contaban con que el barco estuviera tripulado por el peor oficial que jamás haya existido en la marina británica: el capitán Blight, un hombre rudo, odioso e inhumanamente estricto que no duda en infligir duros castigos a los marineros por cualquier cosa que él considere ofensiva. Uno de los suboficiales a bordo, el carismático señor Christian, harto de la forma de actuar del capitán, toma una drástica decisión: apoyado por gran parte de la tripulación, opta por encabezar un motín, secuestrar la nave y conducirla a una isla paradisíaca.

Para numerosos aficionados al cine, los Oscar carecen de credibilidad alguna. En defensa de su postura alegan que han sido muchas las ocasiones en las que no se ha hecho justicia a la hora de elegir el mejor trabajo en una determinada categoría. Lógicamente, cada uno tiene sus propios gustos, pero siendo objetivos hay que reconocer que han existido casos en los que efectivamente no se ha premiado la calidad. Dejando de lado a colosos de la realización que nunca recibieron el reconocimiento adecuado de la Academia -como Stanley Kubrick, Orson Welles o Alfred Hitchcock- hay algunas películas cuyo premio, en comparación con sus compañeras de candidatura, no tiene ningún tipo de justificación. 

Tal es el caso de "La tragedia de la Bounty", una cinta bastante entretenida, espectacular para la época en que fue rodada y un auténtico fenómeno social en su día que, sin embargo, pasará a la historia por ser la película le arrebató el premio a "El delator", de John Ford, una de las mayores obras de arte de todos los tiempos. Aun así, se puede considerar el delito como menor, pues, mientras que la película que nos ocupa tan solo se llevó una de las ocho estatuillas a las que optaba, el largometraje de Ford se hizo con 4 de los 5 premios a los que estaba nominada -en concreto los de director, guion, banda sonora y actor- convirtiéndose así en la gran triunfadora de la noche. Además, el premio al actor principal tiene un mérito enorme, pues Victor MacLaglen, con una interpretación de antología, tuvo que enfrentarse no a uno, ni a dos, sino a los tres actores protagonistas de "La tragedia de la Bounty", la única película hasta la fecha que ha conseguido tres nominaciones para sus actores en una misma categoría.

Pero la pregunta que hemos de hacernos es: ¿por qué el filme de Lloyd no me parece digno ganador? Dejando de lado su baja calidad con respecto a "El delator", "La tragedia de la Bounty" tiene, por sí sola, muchos defectos.

En primer lugar está el guion. Ya no solo por lo inverosímil del comportamiento de alguno de sus personajes -el capitán Blight es un ser tan brutalmente inhumano que no puede ser real, de la misma manera que el señor Christian parece la reencarnación del propio Gandhi- sino porque durante gran parte de su metraje no le ofrece absolutamente nada interesante al espectador. Francamente, no sé por qué se titula "La tragedia de la Bounty" si la tragedia en cuestión -o el motín, más bien- no tiene lugar hasta el final: la mitad de la cinta no es más que el relato de las vivencias de los sufridos ocupantes de la Bounty desde que abandonan el puerto de Bristol hasta que llegan a Tahití -torturas de Blight incluidas-, generándose así un interminable tiempo muerto narrativo que acaba por desesperar a cualquiera. 


Pero esto no es todo. Comprendo que sea necesario detenerse a presenciar las atrocidades del capitán de la nave, pues con ello lo que se logra es despertar el odio del público hacia el personaje. Pero una cosa es eso -que tiene una justificación dramática- y otra muy distinta mostrar durante una larga -y aburrida- media hora las juergas y amoríos entre los marineros y las indígenas en la isla de Tahití. Resulta que en aquella época el éxito de una película de aventuras en alta mar no radicaba en su ritmo narrativo, ni en su guion, ni en su espectacularidad, ni mucho menos en su reparto. Lo que garantizaba el éxito de una cinta de aventuras en la década de los 30 era la aparición en ella de lugares paradisíacos, logrando de esta manera la evasión de la audiencia al poner delante de sus ojos tierras nunca vistas por el hombre civilizado. Lloyd, lógicamente, no iba a ser tan idiota de no incluir un paraje exótico en "La tragedia de la Bounty", de modo que, durante su visionado, el espectador va a toparse de pronto con una interminable serie de patochadas marineras en una isla llena de nativos en taparrabos que, aparte de no venir a cuento -pues no aporta nada a la narración- está metida con calzador. Por lo menos queda el consuelo de que, apenas terminada esta parte, comienza el motín y, con ello, la verdadera película.

Así que no todo es una puta mierda irregular en "La tragedia de la Bounty". De hecho, no se trata de una mala película: la cinta entretiene y resulta curiosa por momentos, sobre todo en lo que respecta al trío protagonista. La verdad es que sus interpretaciones -pese a lo arquetípico de sus roles- resultan creíbles, en especial las de Laughton y Gable, quienes durante el rodaje mantuvieron una tensa relación motivada básicamente por la homosexualidad del primero y la conocida homofobia del segundo, que debía estar follándose a alguna distraído el día en que su compañero hizo públicas sus apetencias sexuales. De ahí que Gable quedara perplejo ante la negativa del inglés a la oferta de divertirse en un burdel que el actor gaditano (Gable nació en Cádiz, Ohio) les hizo a algunos miembros del reparto. Se dio cuenta de lo que pasaba cuando al día siguiente, mientras paseaba por la playa, descubrió al bueno de Laughton tendido en la arena y en actitud cariñosa junto a un fornido muchacho. No obstante, esta animadversión estuvo lejos de perjudicar la película, pues Lloyd, listo como un lince, aprovechó el odio que se tenían ambos actores para hacer más realista la oposición entre los personajes de Blight y Christian. Con Franchot Tone, el tercero en discordia, ocurrió todo lo contrario: Gable y él no solo fueron grandes amigos, sino que el protagonista de "Sucedió una noche" encontró en el joven Tone el ansiado compañero de folleteo correrías nocturnas.

Anécdotas aparte, y en forma de resumen: pese a no tener nada que hacer junto a "El delator", a sobrar la mayor parte de sus 132 minutos, a tardar más de una hora y media en arrancar y a carecer de grandes virtudes técnicas, "La tragedia de la Bounty" es una película entretenida a ratos (sobre todo a partir del episodio del motín, cuando se convierte en una cinta de aventuras tradicional) y merece ser vista solo por las partes en las que se desarrolla la compleja relación entre Blight y Christian, de una tensión tan apabullante que uno no sabe cómo va a terminar la escena, porque puede pasar cualquier cosa. Sin duda, la mejor baza de este interesante largometraje.

A falta de que alguien suba la película completa a Internet, os dejamos aquí el trailer de la misma:


by Chuparrocas

EDITO: Al parecer existe una versión de la película coloreada y mucho más recomendable que la original, pues en ella las partes relativas a Tahití resultan más sugerentes .

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1 comentario:

Alberto Neira dijo...

El problema del guión de esta película tal vez sea el apegó al libro original. Una obra literaria se puede permitir tiempos muertos y alargar situaciones, pero una película o lo acompaña con una escalada progresiva de la tensión y el conflicto de personajes o el espectador desconecta.

Por otro lado, resulta curiosa la cantidad de versiones cinematográficas que ha tenido esta novela. Además de la comentada en esta entrada de 1935 (la única que gano un Oscar), hay otra con Errol Flym del año 1933, la de Marlon Brando de 1962 (estuvo nominada a 7 óscares y no ganó ninguno porque se los llevo todos "Lawrence de Arabia") y la de 1984 con Anthony Hopkins y Mel Gibson (esta no la nominaron ni para los cromos). Esta última fue un tanto innovadora pues modificaba la visión protagonistas y presentaba la Capitán como un tipo autoritario pero no malvado y realista, mientras que segundo al mando que se rebela como un tipo ingenuo y algo arribista.