Año: 1962
País: EE.UU.
Duración: 145 min.
Fecha de estreno en España: 28 de febrero de 1963
Director: Robert Wise y Jerome Robbins
Guión: Ernest Lehman, según el musical homónimo de Arthur Laurents
Música: Leonard Bernstein
Montaje: Thomas Stanford
Fotografía: Daniel L. Fapp
Productor/es: Robert Wise
Compañía: MGM-UA
Intérpetes: Natalie Wood, Rita Moreno, George Chakiris, Richard Beymer, Russ Tamblyn, Simon Oakland, Ned Glass, William Bramley, Tucker Smith, Tony Mordente et al.
Ganadora de 10 Oscar: película, director, actor secundario, actriz secundaria, dirección artística, fotografía, música, montaje, vestuario, sonido
En la Nueva York de mediados del siglo XX hay dos bandas
callejeras que se disputan el dominio de la ciudad: los Jets, formada por
nativos americanos; y los Sharks, compuesta por puertorriqueños, un colectivo que
no deja de crecer en número. Ambos grupos se odian a muerte, por lo que quieren
declararse la guerra mutuamente. Sin embargo, los Jets, antes de actuar, deciden
consultarlo con su antiguo líder y fundador de la banda: Tony, un joven que ha
dejado la calle para dedicarse a una vida decente. Riff, el jefe de los Jets y
mejor amigo de Tony, le pide permiso para declararles la guerra a los Sharks en
el baile del instituto que se celebrará esa misma noche, a lo que Tony accede,
aunque a regañadientes. Sin embargo, una vez allí, el muchacho conoce a María,
la hermana de Bernardo, el líder de los Sharks, y los dos se enamoran al instante. Sin
embargo, su romance es peligroso, pues ninguno de sus amigos va a aceptar en su entorno a
alguien del otro bando, y menos cuando ambos se han declarado la guerra.
En este recorrido por la
historia de los Óscars que estamos haciendo en este blog ya he hablado de tres
musicales, todos ellos decepcionantes. "La melodía de Broadway" era un despropósito que incomprensiblemente ganó el Oscar a la mejor película,
aunque su falta de calidad hay que achacarla a su precocidad, pues fue rodada
durante los albores del cine. "Un americano en París" era una
chorrada descomunal un filme difícilmente soportable y cuya baja calidad,
habiendo sido realizado durante los años 50, no tiene ningún tipo de
justificación. Y por último, "Gigí", el cual, pese tratarse del menos malo de los tres, no deja de ser una cursilada con un mensaje moral bastante
peliagudo y todas las canciones cortadas por el mismo patrón. Pero entonces
ocurre un milagro y el cuarto musical con el que nos topamos da un salto de
calidad tan alto que realmente impresiona. No sé si "West Side Story"
es el mejor musical que se haya rodado jamás (posiblemente lo sea), pero lo
cierto es que es tan novedoso que hasta ahora no conozco ningún otro que se le
parezca.
Desde el inicio de la
película ya se ve que estamos ante algo totalmente nuevo: mientras que en
largometrajes como "Días sin huella" o "El apartamento" se
nos muestra la ciudad de Nueva York desde un perfil completamente reconocible
(con su característica sky-line), el inicio de "West Side Story" nos
presenta un plano de la ciudad inusitado: desde el
aire, en picado. Y es que "West Side Story" es un musical rodado como
nunca antes nadie había tenido la osadía de rodar.
Supongo que ya sabréis que
Arthur Laurents pretendía hacer una actualización de la tragedia de Romero y Julieta ambientada en la Nueva York de los años 50, y que,
basándose en unos artículos periodísticos sobre bandas callejeras, encontró el
enfoque adecuado. Un planteamiento muy original que, sin embargo, no se quedó
ahí, pues original es también la forma en que está desarrollado. Porque la
novedad de "West side story" está en que es un musical basado más en
las coreografías que en las canciones. Además, se trata de una forma de bailar
moderna, más cercana a la danza que al claqué de Gene Kelly. Por lo que
respecta a la banda sonora, fruto del genial Leonard Bernstein, todas las
melodías de “West Side Story” son
preciosas, y entre ellas encontramos canciones muy bien cantadas y, a
diferencia de lo que ocurre en "Gigí", unas totalmente distintas de
las otras. Todo ello convierte a "West Side Story" en un musical muy
variado, con números totalmente bailados (como la secuencia del gimnasio),
otros cantados en solitario (la primera canción de Tony), dúos realmente
emotivos (como la maravilla que tenéis en el vídeo de arriba) o incluso un
fabuloso quinteto en el que unas canciones y otras se van entrelazando para
concluir con una apoteosis musical.
Pero no sólo de música
vive "West Side Story". Otro aspecto notable de la película lo
encontramos también en su diseño visual, llamativo pero al mismo tiempo
elegante, fruto del excelente trabajo del director de fotografía Daniel L.
Fapp. Las imágenes de “West Side Story” son una mezcla de colorido y claroscuro
muy bien tratada, que contribuye a aumentar la belleza de la película,
alejándose de esta manera de la ampulosidad chillona de "Un americano en
París" o "Gigí".
También los actores juegan
un papel crucial en el buen desarrollo de la película. Todo el reparto está
formado por intérpretes jóvenes y guapos, prácticamente desconocidos pero con
gran oficio. La única figura de cierto renombre es la hermosísima Natalie Wood.
Su presencia, aparte de calidad, aporta belleza, pues en una historia de amor
lo importante (desde mi punto de vista) es que empatices con alguno de los dos
protagonistas, para así vivir el romance más intensamente. Cuando uno ve a la
señorita Wood en pantalla se enamora de ella automáticamente, sintiéndose un
Tony más, con todo lo que ello supone. Lo curioso de todo esto es que tanto
Natalie Wood como Richard Beymer se llevaban fatal, algo que parece mentira,
pues la química que destilan en cada plano es tremenda. Como curiosidad
adicional: ambos fueron doblados a la hora de cantar: Beymer directamente no
sabía entonar, y aunque Wood cantaba bastante bien, al parecer su voz no
terminaba de cuajar del todo, por lo que decidieron sustituirla por otra más
adecuada.
La dirección artística también es
magnífica: “West Side Story” está llena de secuencias memorables, muy bien
estructuradas (como los partidos de baloncesto o incluso la pelea del final), y -lo que es más
importante- con gran sentido narrativo. Todo lo contrario de lo que
ocurría en “Un americano en París”, cuyos infumables 20 minutos finales son,
simplemente, bailar por bailar. De entre todas ellas, destaca la que cierra la
cinta, donde vemos a todos los miembros del reparto abandonando la escena, de
uno en uno, de tres en tres, poco a poco, hasta quedarse vacía, como si de una
representación teatral se tratase. Y es que con "West side story" he
tenido una sensación que no tuve con anteriores musicales: era como estar
presenciando una obra de teatro. Quizá sea debido a que el
responsable de las coreografías era el mismo que se encargó de ellas en el
musical de Broadway en el que está basada la cinta: Jerome Robbins. Por lo que
respecta a las partes no musicales, estas fueron responsabilidad de Robert
Wise, director todoterreno al haber sido padre de obras tan dispares como "Ultimátum a
la tierra", "Helena de Troya" o "Marcado por el odio". Como anécdota, Robbins fue despedido en pleno rodaje debido a su carácter
meticuloso, el cual retrasaba sobremanera la producción. Afortunadamente, Wise era un hombre
ejemplar e invitó al coreógrafo a montar las secuencias musicales, así como a
la gala de los Óscar, donde
ambos recibieron -y recogieron- el premio al mejor director.
En
definitiva, "West Side Story" es una grandísima película: un musical absolutamente rompedor, por
su novedad y por su fuerza, que supuso un punto de inflexión en la forma de abordar el rodaje de una película. Grandes
canciones, bailes imposibles, una fotografía sugerente y una historia conmovedora que arrastraron a 19 millones y medio de personas a los cines. Un filme que
sería perfecto si no fuera por un aspecto: la inverosímil secuencia del enamoramiento
instantáneo entre Tony y María. Una digna ganadora del
premio a la mejor película (pese a que compartiese nominación con una de mis
favoritas: "Los cañones de Navarone") y el único filme en la historia
que ha ganado 10 Óscars. Por algo será.
by Chuparrocas
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