El mundo está cambiando. Hace apenas diez años, el hecho de poder oír un programa de radio mucho tiempo después de que fuera emitido en antena era prácticamente un argumento digno de la ciencia ficción. Si querías escuchar la retransmisión de un partido, o una tertulia determinada, o los informativos de la mañana no tenías más remedio que colocarte delante del aparato de radio en el momento justo en que dicho programa fuese emitido. De no ser así, te lo perderías. No había más vuelta de hoja.
Hoy
en día, en pleno otoño de 2013, son incontables los oyentes que escuchan los
programas de radio días, semanas e incluso meses después de que estos hayan
sido retransmitidos a través de los podcasts que se cuelgan en Internet. Y lo
que hace tan solo una década pensábamos que era algo propio de la especulación,
de golpe y porrazo, se nos convierte en realidad.
Vivimos en una sociedad que tiende a
la entropía. Todo cambia. Todo fluye. Todo se desarrolla. Conceptos como el
inmovilismo, el estatismo o la pasividad no tienen hueco en un entorno marcado
por el frenesí y la agitación. Y por ello mismo, el estar fijo delante de un
aparato de radio carece de sentido alguno. De ahí, la enorme importancia que
tienen hoy en día las radios on-line: medios que se adaptan a los tiempos
actuales, que caminan a la velocidad del ser humano, que cambian, que fluyen,
que se desarrollan. Como la vida. Una nueva forma de comunicarse y de
interactuar con los demás. Una tecnología adaptada al ser humano y hecha para
el ser humano. Una vía hacia el futuro que se forja ahora, hoy, en el presente
mutante en que vivimos.
La radio ha muerto. ¡Viva la radio!
Y que nos dure mucho tiempo.
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