jueves, 5 de marzo de 2015

1987: LA CAÍDA DEL IMPERIO CHINO

EL ÚLTIMO EMPERADOR

Título original: The last emperor

Año: 1987
País: Reino Unido, China, Italia
Duración: 156 min.
Fecha de estreno en España: 17 de diciembre de 1987
Director: Bernardo Bertolucci
Guión: Bernardo Bertolucci y Mark Peploe
Música: Ryuichi Sakamoto y David Byrne
Montaje: Gabriella Cristiani
Fotografía: Vittorio Storaro
Productor: Jeremy Thomas
Compañía: Columbia Pictures
Intérpretes: John Lone, Peter O'Toole, Joan Chen, Ying Ruocheng, Victor Wong et al.

Ganadora de 9 Oscar: película, director, guión, montaje, fotografía, música, dirección artística, vestuario, sonido

La película narra la vida de Aisin-Gioro "Henry" Pu-Yi, emperador de China durante las primeras décadas del siglo XX, desde su nombramiento a los 3 años de edad hasta su muerte, pasando por el encarcelamiento que sufrió acusado de traición a la patria durante el régimen de Mao Tse-Tung.

Se abre el telón y aparece una pescadería en cuyo mostrador, prácticamente vacío, hay un solo pez espada. Se baja el telón. ¿Cómo se llama la película? "El último emperador", una auténtica obra maestra del séptimo arte.

Detrás de este chiste malo (lo siento, tenía que contarlo) se esconde una película realmente hermosa y bien realizada. No en balde, su director es Bernardo Bertolucci, prestigioso cineasta italiano que ya nos había resumido la historia de los primeros 70 años del siglo XX en unas breves cinco horas a través de un largometraje titulado "Novecento". En esta ocasión narra los mismos años en la mitad de tiempo, y el resultado es magnífico, pues compone una obra bellísima, que guarda toda la esencia del cine oriental pero con una realización made in Hollywood.

La película comienza por el final: con el encarcelamiento de Pu-Yi. De manera que la historia se nos cuenta hacia atrás, mediante flashbacks que surgen a raíz del testimonio del preso. El contraste entre las escenas del pasado y del presente está realizada de forma magistral por medio de la fotografía de Vittorio Storaro, colaborador habitual de Bertolucci, que en esta ocasión utiliza el color de forma muy acertada, llenando de tonos cálidos las escenas de la Ciudad Prohibida y de tonalidades frías las de la cárcel. Tal contraste, además, no es baladí, pues posee un sentido dramático: cuando la película es más exótica e incluso cómica (las partes relativas a la infancia y adolescencia del protagonista; no en vano, se nos están contando las vivencias de un niño pequeño), presenciamos unas imágenes vivamente iluminadas en las que predominan los rojos, pardos y amarillos; cuando la cinta se torna más lenta y dramática (las partes relativas a la juventud y madurez del último emperador; no en vano, se nos están contando las penurias de un preso político), aparecen en escena los claroscuros, acompañados por verdes, grises y azules.

Pero si hay dos aspectos –dejando de lado la fotografía- que destacan en “El último emperador”, esos no son otros que la decoración y el diseño de producción. Por lo que respecta al primero, la recreación que el filme hace de la Ciudad Prohibida es asombrosa, hasta el punto de que no se trata de una maqueta: "El último emperador" fue la primera película que recibió el permiso del gobierno Chino para rodar en ella, con lo que el equipo solo tuvo que encargarse de aderezar el abandonado complejo de edificaciones. Con respecto a la dirección artística, hicieron falta, en algunas ocasiones, hasta 50.000 extras para desarrollar las escenas, empleándose la mayoría de ellos en la impresionante secuencia del nombramiento de Pu-yi: el momento en el que el niño sale al patio y se encuentra con miles y miles de personas postradas ante él pone los pelos de punta. También son destacables el montaje, por el cual los flashbacks enlazan con la historia principal justo en el momento exacto; y la música, mezcla al mismo tiempo de melodías orientales y europeas.

En definitiva, "El último emperador" es la razón de por qué llamamos al cine "séptimo arte": una película que merece todas y cada una de las estatuillas doradas que ganó (durante muchos años, el único filme que hizo pleno (9 sobre 9) en la historia de los Oscars) con una historia (la del niño-dios Pu-Yi) digna de los grandes clásicos de Holywood que se nos cuenta a través de unas imágenes de gran exotismo, una ambientación impresionante y una música atrapante. Si no fuera por la lentitud de su desenlace, que hace que la historia pierda en interés en los minutos finales, sería una absoluta obra maestra. De momento, se queda en una cinta imprescindible. 

by Chuparrocas

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