lunes, 30 de junio de 2014

1952: PASEN Y VEAN

EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO

Título original: The greatest show on earth
Año: 1952
PaíS: EE.UU.
Duración: 150 min.
Director: Cecil B. DeMille
Guión: Fredric M. Frank, Barré Lyndon, Theodore St. John y Frank Cavett
Música: Victor Young
Montaje: Anne Bauchens
Fotografía: George Barnes
Productor/es: Cecil B. DeMille
Compañía: Paramount Pictures
Intérpretes: James Stewart, Charlton Heston, Betty Hutton, Cornel Wilde, Dorothy Lamour et al.

Ganadora de 2 Oscar: película, argumento

Brad es el director de un circo itinerante que desea con todas sus ansias tener una temporada larga. Por eso toma una drástica decisión: contratar a Sebastián, el más famoso trapecista del momento. A pesar de que el artista supondría una importante inyección económica para el circo, los inversores son muy reticentes con la idea, pues Sebastián tiene fama de mujeriego y problemático. Pero Brad confía en su mano de hierro para lidiar con el trapecista y que no cause inconvenientes. Sin embargo, sus intentos parecen ser infructuosos, pues todo empeora cuando Holly, novia de Brad y trapecista estrella del circo, es relegada a un segundo plano en favor del todopoderoso Sebastián. En ese momento comenzará entre ellos una rivalidad que pondrá en peligro sus vidas y la propia seguridad de los trabajadores del circo.

El debate entre el cine-arte y el cine-entretenimiento es más antiguo que el propio ser humano. Están los que opinan que el cine debe ser, ante todo, un vehículo de evasión de la realidad cotidiana; y también existen los que sostienen que en una película hay que buscar algo más que el mero divertimento. En el año 1952 la primera opción fue la que se impuso, pues la ganadora de Oscar a la mejor película fue un largometraje que tiene como único propósito deslumbrar al espectador. Su título: "El mayor espectáculo del mundo", y triunfó por encima de filmes como "El hombre tranquilo" o "Solo ante el peligro". Resultado muy sorprendente y, por lo menos para mí, muy injusto.

"El mayor espectáculo del mundo" es un canto al mundo del espectáculo y, en especial, al mundo del circo. Tanto es así que DeMille no hace otra cosa que mostrar secuencias y más secuencias de desfiles, actuaciones circenses y números similares: una cabalgata por allí, un perro jinete por allá... hasta conformar un mosaico de secuencias entre las que se desarrolla un argumento la mar de interesante (por algo ganó el Oscar en esa categoría). Muchas de estas escenas serían totalmente prescindibles si no fuera porque en algunas de ellas se revelan datos de vital importancia para el desarrollo de los personajes.

Y es que parece que al director no le interesa lo más mínimo hacer una buena película, sino configurar un espectáculo cinematográfico insuperable: en "El mayor espectáculo del mundo" no hay grandes interpretaciones ni un guion trabajado, sino planos deslumbrantes que nos muestran lo entrañable que es el circo, su grandeza y las ilusiones que mueve. Tan sólo, de entre todo el conjunto, se podría salvar el personaje de Botones, interpretado por un sorprendente James Stewart: un payaso que siempre va maquillado (sólo aparece sin maquillar en una foto) y que guarda un oscuro secreto. La verdad es que ver al gran -en todos los sentidos- Stewart interpretando a un personaje tan oscuro pero a la vez tan entrañable es una delicia, para mí lo más destacable de las excesivas e innecesarias -teniendo en cuenta la historia que se nos cuenta- dos horas y media de metraje. De hecho, es durante la última media hora de cinta, tras unas interminables dos horas de desfiles y parafernalia, cuando tienen lugar casi todos los acontecimientos relevantes, como si todo lo que hemos visto antes fuese un mero relleno. Esta parte final es otro de los aspectos que más merecen la pena de "El mayor espectáculo del mundo", pues no se puede negar que el deselance de la película es bastante interesante.

En definitiva: "El mayor espectáculo del mundo" es un filme bastante entretenido y muy bien producido, en el que se nota que ha habido un despliegue económico importante, pero más con el propósito de hacer un entretenimiento cinematográfico que deslumbre al espectador que una buena película con una historia seria y bien desarrollada. Yo la consideraría el típico producto televisivo de sobremesa de domingo: te la puedes dormir o te la puedes ver y pasar un buen rato, pero no hay más tela que cortar. Ni por asomo merece figurar en la exigente lista de las cintas ganadoras del Oscar a la mejor película.


by Chuparrocas




QUIZÁS TAMBIÉN TE INTERESE: 1951: UN MUSICAL EN PARÍS (Vol. I)

No hay comentarios: